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EL POSITIVISMO ES SERIAMENTE DAÑINO PARA LA SALUD!

Un blog de Luc Nicon

Este título puede parecer provocativo pero, por desgracia, es la forma más rápida de traducir cómo vivimos nuestra realidad.

Desde que era un niño, todo lo que escuché fue cómo había que guardarse las emociones para uno mismo, superar cualquier insatisfacción y trascender las dificultades. Siempre sonreír a la vida sin importar lo que pase.

Detrás de estas órdenes judiciales llenas de buena voluntad, ¿de qué se trata todo esto? De hecho, simplemente nos proponen sufrir en silencio, para salvar las apariencias aunque el interior esté mal. No somos felices, pero no debemos mostrarlo, no aceptarlo, reprimir dentro de nosotros esta revuelta contra la vida, contra nuestra vida. Está de moda expresar la parte radiante de nosotros mismos y reprimir la parte oscura en las profundidades de nuestro inconsciente.

¿Pero qué pasa con nuestras frustraciones, nuestros miedos, nuestro estrés, nuestra ira? ¿A dónde van estas emociones? ¿Pueden desaparecer por la simple fuerza de nuestra voluntad, como agitando una varita mágica? Pues no, siguen dando vueltas en círculos dentro de nosotros. Acechando a la sombra de la confianza nosotros mismos que demostramos, la ansiedad merodea. Detrás de la sonrisa positiva, el miedo siempre está ahí.

Para reprimir nuestros miedos, en el mejor de los casos, usamos mucha energía: tengo miedo cuando esquío, pero soy valiente y estoy orgulloso de ser más fuerte que mi miedo. No importa si después estoy agotado. Una buena noche de sueño y estaré listo para enfrentar otros desafíos, con otros miedos. Este es el caso más optimista.

Esto se vuelve más grave cuando nuestro cuerpo reacciona con múltiples manifestaciones indeseables: se trata de toda la gama de reacciones psicosomáticas, pero también, lo que conduce a la mayoría de las enfermedades, de eso los investigadores están cada vez más convencidos.

Cada vez que quiero silenciar una emoción que no me conviene o reprimirla porque no es adecuada para los que me rodean, me pongo en peligro físico.

Para limitar el daño, la mayoría de nosotros ha adoptado una actitud saludable: evitar en lo posible cualquier cosa que nos ponga en problemas. El problema es que terminamos con una vida extremadamente reducida. Una vez que estamos en nuestra zona de confort, ya no miramos al exterior y dejamos que se nos escapen las mil y una posibilidades de una vida mejor, la vida que nos gustaría vivir en el fondo. La amargura, la insatisfacción y la ira acechan, y estas emociones eventualmente se convierten en manifestaciones psicosomáticas o enfermedades. Al final, la evitación retrasa el plazo, ¡pero no podemos escapar de él!

Debemos dejar de escondernos, de enmascarar nuestros pánicos, de manejar nuestro estrés, de mantener a raya nuestras fobias, de superar nuestras inhibiciones, de reprimir nuestra ira, nuestra violencia. Es hora de dejar de enterrar nuestras cabezas en la arena. Es hora de enfrentar nuestros miedos. Son una señal de que algo está mal, dentro de nosotros. En efecto, no es el exterior el que causa nuestras dificultades, son nuestras propias disfunciones las que contaminan nuestra existencia. ¿Por qué me enfado con mi hijo? ¿Porque no hace lo que yo quiero? No, esta agresividad es sólo la expresión de mi miedo, el miedo a que no tenga éxito, el miedo a que no pueda ayudarle, el miedo a que no me escuchen ni me respeten, etc. Enfadarme con mi hijo raramente ayudará a la situación y, en cualquier caso, no resolverá el miedo que me lleva a la agresividad.

Todas estas emociones desagradables que reprimo, que escondo, son las que me muestran el camino. Me invitan a seguirlas para llevarme a donde finalmente puedo encontrarlas y atravesarla de una vez por todas.

Todos tenemos la capacidad natural para regular nuestras emociones, de manera definitiva. En cuanto estamos en reacción emocional, sólo tenemos que prestar atención a las sensaciones presentes en nuestro cuerpo y permanecer en conexión con ellas, sin hacer nada, sin querer nada, hasta que se calmen. El proceso toma unos 30 segundos de promedio. Después de eso, estamos serenos y enfrentarnos a la situación que exacerbó nuestro miedo ya no causa ninguna manifestación emocional indeseable. Y nunca más causará ninguna.

Esta capacidad natural es universal, sea cual sea nuestra cultura, nuestra educación, nuestras creencias. Está disponible a voluntad, sin ayuda externa. Todo lo que tenemos que hacer es cambiar nuestros hábitos. No necesitamos tratar de manejar nuestras emociones siendo positivos, respirando profundamente para relajarnos, tragando comida, medicamentos o drogas para calmarlos, realizando una actividad, etc. Sólo necesitamos cambiar nuestros hábitos.

De ahora en adelante, no hay necesidad de poner buena cara tratando de sonreír cuando el miedo nos vence: atravesémoslo y desaparecerá para siempre y entonces, naturalmente, sin esfuerzo, seremos capaces de sonreírle hermosamente a la vida.